Por fin llegó el Peñacorada Trail 2016, una de las pruebas emblemáticas de la Copa Diputación, por su trazado, por el calendario de carreras, por las fechas no muy calurosas ya, por el Club Los Rejos, expertos organizadores y por el Peñacorada, puerta de Picos de Europa.
Mañana fresquita, pero lo justo para animarse a calentar. Algunos con dudas de poner una térmica, finalmente entraron en razón y no la llevaron, pero el alma militar le suplicó llevar alguna previsión por si el clima empeoraba, cosa que estaba claro iba a ser poco menos que imposible. Así fue. El caso es que nuestro compañero Juan Carlos, valiente y previsor como nadie, salió con una mochila repleta de elementos McGiber por si durante la carrera necesitábamos pasar alguna noche en la montaña o había que rescatar a algún montañero perdido. ¡Bien, Juan Carlos, así da gusto tenerte de compañero, nos sentimos seguros!
Empezamos las subidas de los primeros repechos, algunos duros, siempre entre árboles. Bajadas que nos permiten falsos descansos, pero siempre apuntamos hacía arriba. Las sensaciones se van calentando según nos vamos acercando a la subida seria del Peñacorada, primero entre árboles y luego, con la mayor dureza, sin su cobijo, el sol empieza a calentar.
Las posiciones del equipo se van aclarando. Rodrigo salió como una bala para conseguir puntos y mejorar su preparación del Ultra, solo pude verle los primeros 4 kilómetros. José Antonio Serrano y yo nos vamos relevando haciendo la goma entre nosotros según el terreno y nuestras sensaciones. Esta vez José Antonio corría a capela, pues se había olvidado el cinturón con el agua y los geles. Pero no le hacía falta, el maestro tiene recursos de sobra y sabe sufrir. Pudimos ayudarle un poco compartiendo un gel.
Balles se quedó en 4º lugar, esperando nos alcanzase pero no le volvimos a ver. En meta nos confesó que estos «caminos de cabras» no le gustan mucho.
Juan Carlos cerraba el grupo, en retaguardia vigilando nuestras espaldas por si necesitábamos un chubasquero, bastones, una tirita, sales, geles, agua, gorras, móvil… y lo que hiciese falta. Cogió su ritmo, sufriendo en las subidas y disfrutando de toda la montaña, porque si para algo está hecho es para la montaña, que siempre será su amiga.
La subida al Peñacorada es una gozada, las vistas son espectaculares, pero apenas podemos descuidar un segundo nuestra mirada, el terreno es muy exigente y cualquier descuido se puede pagar caro. Además teníamos delante, a la vista, y con nosotros, dos corredores miembros de uno de nuestros equipos rivales y sabíamos que tanto ellos como nosotros éramos los segundos y terceros de nuestros equipos. Serrano siempre está alerta y su afán competitivo solo descansa en meta, pero yo tuve que mentalizarme de que debía correr para luchar por los puntos y olvidarme del paisaje y de la belleza de su majestad el Peñacorada.
La dura subida acaba en el Pico Peñacorada, donde las vistas parecen abarcar toda la provincia ¡Espectacular!, pero solo un segundo de mirada, un gel para José Antonio y a bajar. Aquí, el maestro Serrano, fue visto y no visto. Corrió como alma que lleva el diablo por los primeros descensos, muy empinados, con rocas puntiagudas y apenas margen para un pequeño descuido en la pisada. Luego un rapidísimo descenso sobre hierba, casi vertical. En el descenso, Serrano es como un ultraligero, no hace ruido, es ligero y vuela, no toca el suelo. Cuando levanté la vista ya me sacaba 500 metros.
No me queda más remedio que apretar los dientes, armarme de valor, pero sin perder la precaución que mi alma no me deja abandonar, y correr todo lo que puedo, para conseguir alcanzarle. Lo consigo 3 kilómetros después aprovechando las zonas más corribles.
Descenso intenso, completo, con todo tipo de terrenos y dificultades. Se suceden senderos sinuosos, tramos de hierba, de piedras sueltas, de rocas afiladas que parecen corsarios con el cuchillo entre los dientes, tramos oscuros con hojas sueltas que esconden cientos de piedras de todos los tamaños, senderos entre robles, entre pinos…
Por fin llegamos al último ascenso. El pinar que nos separa ya de Cistierna, donde vas ascendiendo poco a poco, las piernas pesan y empiezas a preguntarte, como tantas otras veces, ¡¡qué necesidad tienes de sufrir!! Hasta que por fin, entre pinos y rocas empiezas el descenso. Se oye la megafonía en algún claro, pero ahora más que nunca no puedes bajar la guardia. Los kilómetros van pasando factura, las rocas están escondidas y el descenso es muy intenso, cualquier tropiezo puede ser peligroso. Tengo 2 avisos a modo de traspiés, pero voy muy bien de fuerzas y solo quedan en eso. También tengo rivales que amenazan por atrás y alguno que supero con calambres.
Por fin la meta… da gusto llegar con fuerzas como para hacer unos kilómetros más. Esta vez su majestad el Peñacorada me ha dado energía suficiente para correr con intensidad y disfrutar. Realmente es una carrera muy bien trazada, es intensa desde el principio al fin, con todo tipo de terrenos y entornos dentro de la montaña, muy bien organizada y señalizada. Es muy importante la señalización pues tienes que estar muy pendiente del suelo y buscar las señales puede hacerte caer o perder tiempo y esto ha estado perfecto.
Juan Carlos, muchas gracias por acompañarnos a pesar de no estar en plena forma para estas carreras y de tener compromisos familiares, tus puntos han sido muy valiosos. Gracias por tu entrega y compañerismo.
Peñacorada!!, ha sido un placer, como siempre… hasta la próxima